LA BATALLA DE LOPERA: HONOR Y GLORIA DE LOS TERCIOS ANDALUCES

 





La Batalla de Lopera, donde los Tercios «Virgen de los Reyes» de Sevilla, «Virgen del Rocío» de Huelva, «Virgen de la Merced» de Jerez, «Isabel La Católica» de Granada, «Angustias y Arcángel San Rafael» de Córdoba (con portugueses en sus diferentes filas), junto al Batallón de Cádiz y la Caballería de Sevilla, con la bravura, disciplina y arrojo propio de los carlistas, decidieron la Cruzada en Andalucía.


Situación preliminar


Nada más estallar el conflicto, el Santo Reino de Jaén, por su situación estratégica, quedó en primera línea de frente durante toda la Cruzada, más de tres años: se convertía en llave de paso hacia el Norte peninsular.




A finales del 36 el Frente Andaluz tenía carácter secundario. Queipo de Llano, al frente de las tropas nacionales, estableció un plan para avanzar por las provincias de Jaén y Córdoba, en la conocida como «Campaña de la Aceituna»: tomar el salto de agua del Carpio para el suministro eléctrico y establecer un corredor de seguridad para rescatar a los que resistían en el Santuario de la Virgen de la Cabeza y tomar y controlar la carretera y el ferrocarril que comunicaba Madrid.


Cuando comenzaba aquel verano de 1936, el panorama político del Santo Reino estaba casi dominado por el Frente Popular, que agrupaba a diversas organizaciones de izquierda, la cual estaba fuertemente unida y cohesionada.


La situación era la siguiente: no dominaban los rojos las poblaciones de Torredonjimeno, Cazorla, Martos y Linares; los carlistas, como en el resto de España, se organizaban por su cuenta; mientras, las Juventudes de Acción Popular, la Federación Provincial de Labradores mantenían contactos con la Guardia Civil a través de su capitán Rodríguez Cueto. Estas formaciones, avisadas de un posible alzamiento, comenzaron a organizarse a través de reuniones que se celebraban en el desaparecido Hotel Francia, en Jaén, constituyéndose así la llamada Junta del Alzamiento. Los rojos, que no eran ajenos a lo que habían provocado, iniciaron, comandados por el Diputado comunista Uribe, un recorrido por los pueblos y ciudades de Jaén animando a los militantes del Frente Popular a tomar las armas.



La toma y defensa de Lopera


Durante estos primeros meses de guerra, una buena parte de las fincas rústicas del término municipal fueron incautadas por la denominada «Colectividad de Lopera», que pertenecía a la UGT, y puestas bajo el control de un comité popular representado por la Sociedad de Agricultores «La Razón del Olivo». Estas colectividades durarían en Lopera hasta que fuera liberada la localidad.

          En estos pocos, pero largos meses de control rojo, las imágenes religiosas de la Verónica, Jesús en la Columna, san Juan, Magdalena y Cristo Crucificado fueron destruidas con la saña que les era propia a los enemigos de la Fe.  Tan sólo se salvó de la destrucción la cabeza de Nuestro Padre Jesús Nazareno, la imagen de San Antonio y la talla de la Virgen de la Cabeza (fueron talladas de nuevo en el año 1941 por el escultor cordobés Amadeo Ruíz de Olmo; la talla de Nuestro Padre Jesús Nazareno fue esculpida por Gabriel Borrás en 1942).

Los teléfonos están bloqueados, el Gobernador Civil Rius Zunón permanece en la sede del Gobierno Civil reunido con la práctica totalidad de los dirigentes de la capital. Las noticias sobre la Cruzada poco a poco van llegando a través de una radio que se convirtió, así, en el único medio de comunicación para la población. La tensión y el trasiego inunda la ciudad, los hortelanos de San Ildefonso suben por la Carrera y la Alcantarilla, con picos y azadas en sus manos, la población poco a poco se va reuniendo en Roldán y Marín, Plaza de San Francisco y junto a la Catedral.

Cuando se conoce que Queipo de Llano, jefe de Carabineros republicano, finalmente ha decretado el estado de guerra en Sevilla, el Comité del Frente Popular convence al Gobernador Rius para que entregue armas a los militantes del Frente Popular, ante la más que posible llegada de un ejército armado a la capital. En ese momento el Gobernador Rius envía un telegrama al gobierno de Madrid, mostrando se adhesión a la República, fechado a día 18 de julio, convirtiéndose en la primera muestra de lealtad al gobierno rojo, y siendo, además, el primer gobernador en entregar armas al pueblo de toda la geografía peninsular. La derecha por su parte, reunida en el Hotel San Francisco no secundó el alzamiento, pero tampoco entregó las armas que estaban en poder de la Guardia Civil, por lo que ésta tuvo que refugiarse en el Santuario de Andújar.


El General Mola había diseñado para la Segunda Región Militar, que era Andalucía, un plan que finalmente se vino al traste, ya que se contó desde un primer momento con que las provincias del Sur, tendrían un papel pasivo. El plan inicial de Mola consistía en iniciar una serie de levantamientos en puntos clave de la geografía nacional de manera organizada y coordinada para acabar tomando Madrid de la manera más rápida y menos costosa. Pero lo ocurrido en el Santo Reino de Jaén hizo que la estrategia tuviera que replantarse. No se había contado con las fuerzas africanas como las protagonistas en el avance a Madrid, pero se hubo de recurrir a ellas tal y como se estaban desarrollando los acontecimientos. Mola decide entonces que dos columnas mixtas formadas por africanos y legionarios desembarquen en Málaga y Algeciras. Una avanzaría hasta Córdoba a través de Antequera y Lucena, y la otra se les uniría en Córdoba tras pasar por Jerez y Sevilla.



Desde Córdoba y tras ir engrosando sus tropas, sin detenerse mucho tiempo en someter a las plazas que no les secundaran, atravesarían Despeñaperros para entrar en Madrid por el Sur. Pero no contaron con la filtración comunista y socialista entre la población, que cerró el paso hacia el Norte. Es aquí cuando Franco pronuncia su conocido «Jaén me quita el sueño» ya que tuvo que olvidarse del paso de Despeñaperros para avanzar por Extremadura, protegiéndose así el flanco portugués del que posiblemente recibiría apoyos.


El 19 de julio el Gobernador Civil de Córdoba se rinde y ésta se adhiere a los nacionales, por lo que desde Jaén se organiza una milicia para hacer frente y tratar de frenar el fulgurante avance que se avecina. Crearon allí la «Columna Andalucía» formada por unos mil quinientos hombres entre los que había mineros de Linares, campesinos de Porcuna, Marmolejo, Martos, Bailén, etc..

La columna toma la carretera nacional y pronto afirman posiciones estratégicas en el valle del Guadalquivir como Alcolea, Villa del Río, Montoro, El Carpio, Espejo y Castro del Río. En la toma de estas plazas destacaron los dinamiteros de Linares y de La Carolina, aunque la variopinta tropa carecía de formación y disciplina castrense adecuada a la situación. El mismo Franco el 1 de agosto, volvía a escribir a Mola en estos términos «la situación en Andalucía se hace dura, especialmente en el frente de Córdoba».

A pesar de que los rojos de Jaén y Córdoba consiguen detener en un primer momento el avance de las tropas nacionales, en ese tiempo crucial, el resto de las tropas nacionales van llegando a Córdoba, tal y como lo planeó en segunda instancia Mola. Sáez de Buruaga llega con más africanos y engrosa las pocas tropas que quedaban en Córdoba y a las cuales hubiera sido posible someter de haber contado con apoyos desde un Gobierno central de Madrid que estas alturas aún intentaba negociar con los nacionales.



Finalmente, el día 21 desde Madrid, nombran al General Miaja para que dirija una columna y se encamine hacia Córdoba a fin de contener el avance. Es en Andújar, donde se dan cita la Plana Mayor de Miaja junto con otros dos mil milicianos armados con los fusiles «los naranjos» apropiados en el asalto al Cuartel de la Montaña de Madrid. A éstos se les unieron rojos voluntarios venidos de buena parte de la provincia. El contingente lo completaban los brigadistas que habían sido formados en Albacete.


Los días siguientes de julio fueron testigos del imparable avance Guadalquivir arriba, de las tropas nacionales. Mientras la columna Miaja ultimaba su estrategia, en Jaén se defendía a ultranza el gobierno republicano, mientras que los españoles de bien huían a la sierra o se escondían en sus casas para evitar ser conducidos a las cárceles habilitadas en la Catedral. En algunos casos fueron conducidos a los muros del cementerio de San Eufrasio para ser ejecutados con un tiro en la nuca.


Miaja contenía como podía el avance desde el Oeste de las tropas de Queipo de Llano, con una variopinta milicia frente a las disciplinadas y curtidas tropas regulares africanas. El general otrora republicano deseaba tomar las tierras del Santo Reino por una cuestión muy simple, la cosecha de aceituna.

La cosecha de aquel invierno del 36 se presentaba abundante y muy apetecible para sufragar los gastos de una contienda que se estaba demorando más de lo previsto. Los molinos y almazaras habían quedado repletos y la situación impedía que los trabajadores continuasen con la labor de producción oleícola. El plan consistía en avanzar hasta el corazón de la provincia apropiándose de los pueblos productores de aceite tanto de Jaén como de Córdoba y de paso, establecer un corredor de seguridad para rescatar a los insurgentes que resistían en el Santuario de la Virgen de la Cabeza (Guardia Civil). Y como triple objetivo, además, penetrar todo lo posible en el interior de Jaén para controlar la carretera y el ferrocarril que comunicaba con Madrid.


La ofensiva se preparó entre tres frentes, de un lado contener a los rojos en Espiel y Cerro Muriano, de otro estabilizar el frente de Baena y finalmente que la columna Redondo avanzara desde Espejo hasta Córdoba para adentrarse hacia Cañete y Villa del Río, a un paso de Lopera, donde se libró la batalla definitiva. Tras la marcha de Franco y sus tropas hacia Madrid vía Extremadura, y siguiendo los planes de Mola, que instigaba las plazas del Norte, el valle del Guadalquivir quedó relegado a una zona sin interés, solamente los fines esgrimidos por Queipo hicieron que sus efectivos obtuvieran permiso para continuar en Andalucía.


Ante el inminente progreso de las tropas del comandante Redondo, las autoridades rojas deciden cortarles el paso en Villa del Río. Acudieron con un pequeño contingente que se encontraba en Andújar. En este punto empezaron a fraguarse los errores de los mandos rojos que arrojaron un trágico balance de muertos y episodios sangrientos, como el de Villa del Río. La orden de ocupar el Monte del Telégrafo hizo que en la retaguardia de esta posición quedase el Guadalquivir, con un único puente para cruzarlo, a dos Km. de dicho emplazamiento. En caso de que las tropas no pudiesen contener el ataque frontal, los rojos quedarían encerrados en una trampa mortal, al no poder vadear el río, como así sucedió. Redondo orquesta una táctica envolvente sobre Villa del Río, acometiéndola desde Pedro Abad y Bujalance, por lo que los milicianos, desconcertados empiezan de replegarse, sin tener muy claro aún hacia donde, pues los nacionales brotaban de entre los olivares por doquier. Las compañías milicianas quedan desarboladas e incomunicadas por la ágil caballería Requeté que con supremacía desmantela las posiciones artilleras.



A última hora del día la situación no deja lugar a dudas, los rojos tienen que replegarse y huir hacia Montoro, pero el Guadalquivir les corta el paso. En mitad de la noche las tropas intentan construir balsas y artefactos para cruzar, pero el fuego nacional se les echa encima. Algunos logran huir tras intentar cruzar por una central hidroeléctrica situada a 4 Km. de Villa del Río, pero es una tarea insidiosa. Finalmente deciden llegar hasta Montoro donde efectivamente había un puente. El contingente que quedó de milicianos no esperaba que el puente estuviera bien protegido con soldados nacionales. Allí se dejaron la vida los que intentaron cruzar. Otros desesperados lo hicieron a nado, mientras los demás deambulaban por los olivos, esperando al alba, entre metralla silbando cerca de sus cabezas, con frío y solos en la noche, matando el hambre con amargas aceitunas cogidas del mismo olivar. De los 600 hombres que compusieron esta avanzadilla, solo sobrevivieron 160.


El General Monje da la orden de cortar el paso a toda costa a las tropas del comandante Redondo. Para ello, Lopera y Porcuna se consideran ahora de especial relevancia. En la Navidad del 36 los batallones 9, 10, 12 y 13 de la XIV Brigada Internacional llegan a Andújar desde Albacete, donde han recibido una instrucción exprés en apenas unos cuantos días. Las Brigadas Internaciones estaban compuestas por gentes de muy distinta procedencia. Desde comisarios políticos, intelectuales, voluntarios, sindicalistas hasta aventureros y veteranos combatientes. Todos con diferentes nacionalidades, diferente idioma y en la mayoría de los casos sin más experiencia y formación que sus deseos de destruir España. En la base de Albacete se les dota de un variopinto armamento que nunca han utilizado y la instrucción planificada en dos meses, se precipita por el devenir de los acontecimientos, sobre todo en Andalucía.


Para la contienda de Lopera se envió a la XIV Brigada Internacional, denominada «la Marsellesa» comandada por el General Walter, un experimentado militar que ya había participado -como no- en la revolución rusa. Cada batallón de los tres que conformaba la Brigada (el 9º batallón participó en Villa del Río, no en Lopera) comprendía unos 600 hombres más un escuadrón de caballería, una batería de artillería y una unidad de ingenieros y zapadores. El 12º Batallón contaba en sus filas con los poetas ingleses Ralph Fox y John Cornford, Éste último era biznieto de Darwing, siendo ambos fervientes activistas del movimiento comunista en Gran Bretaña. Tras el desastre de Villa del Río ocurrido el mismo día de Navidad, los nacionales que habían tomado con menos esfuerzo del que esperaban esa plaza, dudan si avanzar por la carretera general hacia Andújar para asentar posiciones más interiores en terreno enemigo. Pero se topan con algunos destacamentos de tropa roja y deciden retroceder.


La confrontación estaba servida y ambos cuerpos preparan su estrategia. El General Walter decide explorar el terreno, ya que no contaba con cartografía, ni apoyo aéreo y para ello envía varias patrullas de caballería para reconocer lo que será el teatro de operaciones, el olivar entre Villa del Río y Lopera. Le comunican que ésta última localidad está prácticamente vacía y libre de enemigos, pero extrañamente no da la orden de tomarla y ocupar así, los enclaves más ventajosos. Walter no tomó ninguna determinación tras el regreso de sus patrullas, quizá temeroso de precipitarse y provocar otra tragedia como la de su 9º Batallón.



El día 26 continúa reconociendo el terreno mientras el resto de tropas se va reagrupando en la estación de Marmolejo. Desde la carretera Madrid – Cádiz observa el entorno de Lopera y decide enviar a una avanzadilla al cerro de San Cristóbal, lugar ventajoso donde más tarde se desarrollará la acción. Por su parte las tropas del Comandante Redondo marchan hacia Lopera por la misma carretera procedentes de Villa del Río encontrándose con la población desguarnecida, por lo que toman posiciones y ocupan el pueblo. Únicamente les ofreció resistencia el pequeño destacamento del cerro San Cristóbal, al cual es desalojado por la caballería de Ceuta. Sin perder tiempo Redondo ordena cavar una línea de trincheras en la parte Norte y Este, a la vez que se distribuyen los efectivos y se establece la Comandancia, la Plana Mayor, Cuarteles y Hospitales en las diferentes viviendas del pueblo.

Walter contrariado, se percata al día siguiente de que Lopera ha sido tomado y finalmente le llega la orden de pasar a la ofensiva. Con los tres batallones de la XIV BI se adentra hacia la batalla por la misma nacional, que tan sólo un día antes habían utilizado los hombres de Redondo. Pero los rojos no gozan de la misma organización de la que hacen uso los Tercios de Requetés. Los camiones para el transporte son insuficientes y muchas compañías han de hacer el trayecto a pie, desperdigándose por caminos y cortijos y desviándose del objetivo. En concreto una compañía del 12º Batallón que contaba además en sus filas con Ralph Fox y John Cornford, se desplaza a pie dando un rodeo hasta las inmediaciones de Villa del Río, para volver de nuevo hacia el cruce de la carretera general Madrid – Cádiz con Lopera, todo por campo a través y con el fuego de la retaguardia de los hombres de Redondo silbando sobre sus cabezas. Al mando estaba el Capitán Nathan el cual decide avanzar en escuadrones formando un rombo con las secciones que conformaban la compañía. Finalmente, las tropas consiguen reagruparse y la Plana Mayor establece posiciones para la ofensiva. Se escoge para ello, como centro de operaciones la carretera de Andújar, la cual estaba flanqueada por los cerros del Calvario y San Cristóbal, ambos tomados por las tropas de Redondo. En aquel año, además, había grandes cultivos de cereales con tierras calmas, por lo que ofrecía una excelente visibilidad de todo el que se adentrara por ahí. El terreno se mostraba sumamente desventajoso para la Brigada Internacional y la defensa de Lopera se presentaba como una tarea fácil para las baterías y tiradores del bando nacional, que dominaban desde las alturas, el camino de entrada al pueblo escogido por los rojos.

Como se mencionó más arriba, los batallones 10º, 12º y 13º contaban con unos 650 hombres cada uno, más las secciones auxiliares, con un total de unos 3.000 combatientes del lado rojo, con más de 19 lenguas distintas habladas por sus integrantes. La Columna Redondo organizada desde Villa del Río contaba con cerca de 4.000 efectivos, con gran cantidad de profesionales entre sus filas, Tercios de Requetés, tabores y regulares experimentados en el combate y magistralmente dirigidos con tácticas bien definidas y sincronizadas.


El 27 de diciembre comienza el asedio a Lopera, con una incursión de infantería reforzada por blindados ligeros, de manera semioculta a través de los olivos. Pero los Requetés les estaban esperando perfectamente parapetados en sus trincheras y consiguen repelerlos junto con el apoyo de los regulares. Hacia las cuatro de la tarde, se ordena que todos los batallones entren en acción, tomando como referencia el arroyo de Las casillas y el cerro del Calvario, lo que supuso otro grave error, pues el terreno es accidentado con continuos cortados, sin vegetación y con subidas constantes, lo que dificultaba el avance del armamento pesado por parte de la infantería, lo que propició que muchos soldados abandonaran las placas y piezas de las ametralladoras. La orden nefasta de marchar unidos, facilitó además el blanco del fuego Requeté, pues los brigadistas se concentraron en muy pocos metros cuadrados mientras avanzaban juntos. La aviación de los nacionales comenzó a instigar el avance rojo en este momento. Walter dispuso a sus batallones en forma de cuña abarcando de Norte a Este, es decir desde la nacional Madrid – Cádiz hasta la que enlaza Lopera con Porcuna prácticamente, pero nadie sabe porque no dispuso del 10º Batallón. Quizá lo dejó en retaguardia para tareas de apoyo en función del desarrollo de la contienda. Los nacionales apostaron a los Tercios para contener a los batallones y reservaron a los regulares para la defensa de la localidad, pero Redondo rectificó a tiempo y envió a éstos en apoyo de los Tercios, cuya ayuda resultaría determinante.


En plena batalla la compañía irlandesa del 12º Batallón consiguió tomar una posición elevada muy próxima al cerro del Calvario, por lo que los Tercios retrocedían. Tenían a la vista las casas del pueblo, pero estaban en un fuego cruzado que les venía desde el cerro del Calvario y les estaba produciendo muchas bajas. La aviación apoyaba constantemente y el nerviosismo empezó a propagarse entre los brigadistas. Las ametralladoras empezaban a encasquillarse, algunas compañías se desperdigaban por las cañadas y se necesitaba un enlace telefónico con el mando para dirigir los movimientos, ya que esta compañía no tiene certeza de lo que está pasando en otras posiciones. Para colmo, la artillería roja, mal colocada, se muestra poco efectiva y sin capacidad de operar al estar algo alejada. Los demás batallones solo pueden apoyar a esta compañía ya que no tienen visibilidad con los montículos que rodean la zona y temen disparar a sus propios compañeros.


 Las restantes compañías del 12º Batallón avanzan y retroceden perdiendo hombres a cada movimiento intentando secundar y reforzar la posición de la compañía irlandesa audazmente dirigida por el Capitán Nathan. Éste decide realizar un despliegue definitivo hacia el pueblo y ordena a los granaderos que abran paso, mientras que las ametralladoras barrerían el camino ante el avance de la infantería. Pero el armamento se encasquilla y los hombres lanzados en vanguardia quedan sin apoyo. La operación se cancela y se ordena el repliegue, cerca ya de las once de la noche.


Fue en ese momento cuando murió Ralph Fox, al intentar llevar un mensaje a una avanzadilla inglesa que se encontraba en una situación comprometida. Al no contar con enlace telefónico, los soldados tenían que ir ellos mismos, entre el fuego enemigo a llevar los mensajes con las nuevas directrices. En esta ocasión Ralph corría a decirles que mejorasen el emplazamiento de una ametralladora, pero había que cruzar fuego enemigo y éste le alcanzó. Él mismo se presentó voluntario para esta tarea, siendo abatido en tierra de nadie sin que se pudiera recoger el cuerpo. Con el amparo de la noche profunda se le encomendó a un soldado que tratara de recuperar sus pertenencias y así certificar su muerte. Éste lo consiguió, regresando con un cuaderno de notas y una carta. Pero el cadáver quedó allí junto a tantos otros.


Esa noche los médicos y camilleros trabajaban incesantemente ante la gran cantidad de heridos que hubo por ambos bandos, pero sobre todo del lado rojo. Al día siguiente vuelven a la carga los batallones 12º y 13º mientras que Redondo empieza a instigar al flanco Norte para así descongestionar la zona central de la batalla. Durante todo el día las brigadas consiguen hacer retroceder a los Tercios, pero no consolidan las posiciones, por el fuego cruzado que les arreciaba, por lo que la contienda es un continuo avance y retroceso con multitud de bajas en cada movimiento. Ese día muere el poeta John Cornford, ya que pretendió recuperar el cuerpo de Ralph siendo abatido.


La muerte de ambos intelectuales impulsa nuevos ánimos a las tropas rojas y ahora más que nunca deciden tomar Lopera. Pero sin apoyo aéreo y con la artillería errando los tiros y la infantería expuesta continuamente a fuego cruzado, el avance es imposible. Finalmente se ordena que la 10º Batallón entre en acción y consiguen acercarse a posiciones cercanas al cerro San Cristóbal, pero la falta de morteros y granadas hacen que tampoco se consoliden estos logros. El cansancio hace mella en ambos contendientes, pero los hombres de Redondo instalados en las viviendas del pueblo, y con el apoyo de la población, cuentan con más comodidades y descansan en mejores condiciones.



El día 29 Queipo de Llano, consciente de la importancia de consolidar la zona, ordena tomar Porcuna y establecer así un bastión fuerte. Una nueva columna sale de Villa del Río para acompañar a Redondo con una parte de sus efectivos hacia Porcuna. Pero en el trayecto se suceden numerosos enfrentamientos y hasta bien entrada la noche no consiguen llegar a Lopera. Los rojos que había apostados en Porcuna se percatan de que se acercan las tropas nacionales e inician un bombardeo sobre su vecina Lopera. Este empuje de nuevas tropas desde Porcuna, unido a la rabia contenida tras los acontecimientos de los días anteriores, hizo que un tramo de la nacional Madrid – Cádiz estuviera en manos rojas, por lo que la comunicación con Córdoba quedaba cortada, se consiguieron tomar algunas colinas muy cerca de Lopera y tenían en sus manos entrar prácticamente ya en la localidad. Redondo por su parte tenía en su mano tomar Porcuna, pero hábilmente decidió desprenderse de los Tercios de Requetés de Huelva y ordenar regresar a Lopera para reforzar la extenuada defensa, ante el inminente asalto de los rojos. Volvieron bayoneta en mano y atacando a la desesperada, por una posición que nadie esperaba, el flanco Sudeste, prácticamente a la espalda de los brigadistas. Este ataque fue el golpe mortal a una ya desmoralizada tropa, que vio como nuevamente tenía en su mano tomar Lopera y una vez más debía abandonar posiciones dejando tras de sí un campo lleno de compañeros atravesados por las bayonetas de los imparables Tercios de Requetés. Las tropas enviadas por Redondo, más las que llegaron de Villa del Río para dirigirse a Porcuna, engrosaron y dieron frescura a un contingente ya muy fuerte ya en Lopera.


Cundió el desánimo, el cansancio y la impotencia en los enemigos de España. Estos hechos unidos a las numerosas bajas fueron el detonante para que se ordenara el repliegue definitivo hacia Arjonilla y Arjona, a la espera de nuevas instrucciones. El balance, difícil de estimar, se calcula en un 30% de bajas sobre el total de la XIV Brigada Internacional, lo que supone unos 800 muertos y más de 500 desertores. En el bando nacional alrededor de 100 bajas y algo más de esa cantidad de heridos. En la madrugada del 30 de diciembre, finalizaron los enfrentamientos quedando relegados a pequeñas escaramuzas sin importancia. Los dirigentes rojos conscientes del peligro que suponía la toma de estas posiciones por parte de Redondo, deciden enviar a la XVI Brigada Internacional a Torredonjimeno y Arjona para reforzar la línea defensiva sobre Jaén.


Los enfrentamientos duraron hasta el febrero del 37, durante los cuales se sucedió la tónica general de avance y retroceso de la tropa roja ante la sólida defensa que hacía Redondo de Lopera y Porcuna, ya en sus manos. La XIV BI fue reorganizada continuando Walter a su mando. Algunos de sus mandos fueron juzgados por inoperancia o traición a la República, y el Capitán Nathan, murió meses más tarde en Brunete, al ser alcanzado por un proyectil de la aviación.


Lo cierto es que desde Córdoba, la aviación del ejército nacional realizaba incursiones en suelo republicano, bien para abastecer a la población del Santuario o para apoyar los frentes estabilizados en Jaén, Granada y Málaga, por lo que el ejército rojo decidió bombardear en la ciudad califal determinados cuarteles y los talleres de La Electromecánica, lugar donde se fabricaba la munición y que estaba cerca del aeródromo, a fin de poner de dificultar tanto los vuelos de apoyo como hostigar a la retaguardia. Queipo de Llano como represalia, decidió bombardear a la ciudad de Jaén, sin previo aviso, con la doble intención de vengarse del castigo sufrido en Córdoba y de paso amedrentar a una población que se resistía a entregarse a la causa por España.


El nuevo mapa que se configuraba en Jaén le otorgaba a la provincia una de las posiciones más problemáticas y difíciles de toda la geografía española. Al Oeste quedaron asentadas las plazas de Lopera y Porcuna por parte del ejército nacional. A estas se les unió la localidad de Alcalá la Real tras la toma de Málaga por Queipo de Llano, por lo que el Santo Reino de Jaén que fue el primero en adherirse al gobierno republicano y uno de los últimos en caer (cayó un 29 de marzo y el fin de la Cruzada se proclamó un 1 de abril de 1939) vio como su territorio tenía dos frentes abiertos de manera permanente. Tenía dos frentes, uno al Oeste y otro al Sur, con una población resistiendo en Andújar, los Guardias Civiles del Santuario, los cuales estuvieron recibiendo apoyos de la aviación durante nueve meses.

 

Aun así, en el mes de agosto de 1937 se produjo otro intento rojo de reconquistar Lopera, ya que los brigadistas entraron de madrugada y sorprendieron a los nacionales, llegando incluso a ocupar medio pueblo. Pero ya por la mañana, todo el pueblo volvería a ser liberado ya definitivamente.


Al finalizar la Cruzada, muchas viviendas de Lopera aparecieron sin tejados, sin puertas ni ventanas y algunas de ellas prácticamente semiderruidas por los efectos de los incesantes bombardeos rojos. Edificios tan emblemáticos como el Castillo, la Iglesia Parroquial, el Colegio Público Miguel de Cervantes y el Ayuntamiento presentaban serios desperfectos en gran parte de su estructura. La Dirección General de Regiones Devastadas, que en su origen estuvo integrada en el Ministerio de la Gobernación y posteriormente en el de la Vivienda, procedió en los años inmediatos a la reparación de todos los daños materiales y a la construcción de nuevas viviendas.


          Por medio de estos recursos económicos se invirtieron en la localidad durante los años cuarenta un total de 9.325.909 pesetas, que se destinaron a la ejecución de 39 proyectos de reconstrucción.

 

Testimonios


          Luigi Longo ha relatado el ataque de los internacionales a Lopera, donde ya se refleja el heroísmo y empuje de los Tercios de Requetés presentes, de la siguiente forma: «De las cuatro de la madrugada a las once de la noche luchan por este pueblo. Llega la aviación enemiga en misión exploradora, deja caer su carga de bombas y dispara sus ametralladoras sobre las columnas que avanzan. La compañía inglesa marcha a la cabeza de la brigada. Los jóvenes trabajadores y estudiantes de Londres y Lancashire llegan hasta las primeras casas del pueblo, pero son obligados a retroceder: cae sobre ellos una tempestad de hierro y fuego. Deben consolidarse en una línea más retrasada; excavan refugios improvisados entre los olivos, en la tierra floja, se ocultan entre las gruesas raíces a flor de tierra y detrás de los troncos; resisten durante horas, sin ceder ni titubear».

 

          También lo relataba Bernabé Copado que estuvo presente en los hechos: «A media mañana, comenzó como era de temer, el ataque enemigo (rojos) con encanecimiento de fiera salvaje. A la comandancia llegaban constantemente avisos pidiendo refuerzos: ¿Y de dónde sacarlos? Diciendo: que no podemos más; que se cuelan por tal parte; que avanzan por tal otra; que la avalancha de aquel cerro es imponente: y los fusiles de nuestros soldados nacionales puestos ya al rojo, y las ametralladoras funcionando sin descanso, y los mulos haciendo continuos viajes para aprovisionar las avanzadillas de municiones, y las calles todas del pueblo barridas por las balas de fusil y ametralladora enemigo. El empuje con que cargó el Requeté a la bayoneta fue tal que las líneas extranjeras quedaron desalojadas, dejando en el campo atravesados por el hierro de las bayonetas del requeté, numerosos cadáveres... El cañón siguió tronando hasta entrada la noche; pero los fusiles y las ametralladoras enemigas enmudecieron y nosotros respiramos. Nuestra artillería estuvo disparando a cero, y momentos hubo que el enemigo estuvo a cincuenta metros de nuestras piezas, y en los que los oficiales tuvieron que sacar las pistolas, y con ellas defenderse ellos y defender la batería».

Y en el libro «Las Brigadas Internacionales», de César Vidal Manzanares, se puede apreciar el empuje y bravura en el combate por parte de los Tercios: «Durante la madrugada del 28 de diciembre se inició un ataque internacional que no concluyó hasta las once de la noche y cuyo objetivo era recuperar la localidad. El resultado fue un desastre de mayores dimensiones aún que el sufrido por el Sans Nom. Los interbrigadistas estaban encajonados en un desfiladero situado entre dos alturas con un cerro de frente y resultaron presa fácil de la aviación y la artillería del enemigo. Cerca de mil interbrigadistas murieron combatiendo y más de medio millar se dio a la desbandada. Aún así, el episodio podía haber degenerado en una mayor carnicería de no haber sido por algunos de los voluntarios que decidieron mantener a cualquier costo sus posiciones».

 

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