El amor a la patria como cumplimiento del Cuarto Mandamiento
La presente entrada expone la doctrina tomista y magisterial según la cual el amor a la patria se incluye en el precepto del Cuarto Mandamiento, al ser la patria una prolongación natural de la paternidad. La virtud que regula este amor es la pietas, parte potencial de la justicia, que inclina al hombre a honrar y servir a los padres, a la patria y a quienes hacen sus veces. A partir de Santo Tomás de Aquino y de los Papas León XIII, San Pío X, Pío XI y Pío XII, se demuestra cómo el patriotismo cristiano se funda en el orden natural querido por Dios, enraizado en la ley moral y subordinado siempre a la caridad divina.
I. Introducción
Entre las virtudes naturales elevadas por la gracia cristiana, ocupa lugar destacado el amor a la patria, virtud hoy muchas veces incomprendida o deformada. Frente al nacionalismo idolátrico y el cosmopolitismo indiferente, la doctrina católica enseña que el patriotismo es una exigencia del Cuarto Mandamiento: «Honrarás a tu padre y a tu madre» (Ex 20, 12), porque en él se ordena la virtud de la pietas, que abarca tanto a los padres según la carne como a la patria como madre común.
II. La doctrina de Santo Tomás sobre la pietas y la patria
Santo Tomás de Aquino, en la Summa Theologiae, enseña que la virtud de piedad (pietas) pertenece a la justicia, porque da a cada uno lo suyo. Sin embargo, su objeto no es el prójimo cualquiera, sino aquellos de quienes hemos recibido el ser o el bien de la educación: los padres, la patria y sus representantes.
«El honor debido a los padres pertenece a la virtud de la piedad, que consiste en rendir culto y honor a quienes nos han dado el ser y nos han educado. Pero de un modo semejante se debe honor a la patria y a los que ejercen autoridad sobre ella, pues también de ellos hemos recibido muchos bienes.»
— S. Th., II-II, q.101, a.1.¹
En otro artículo precisa:
«La piedad honra no sólo a los padres según la carne, sino también a la patria y a todos los ciudadanos que colaboran al bien común.»
— S. Th., II-II, q.101, a.2 ad 2.²
Así, el amor a la patria es una extensión natural del amor filial, pues la patria —patria deriva de pater— es madre y maestra, origen de la vida social y cultural. No se trata de afecto sentimental, sino de virtud moral que inclina a reconocer, agradecer y servir justamente a quien nos dio el ser civil.
Cayetano, comentador clásico de Santo Tomás, lo desarrolla con precisión:
«Después de Dios y de los padres, la patria tiene el mayor derecho a nuestra piedad, pues de ella proceden la educación, las leyes y la protección común.»
— Cayetano, Comentario a la II-IIae, q.101, a.1.³
III. El orden del amor según San Agustín y Santo Tomás
San Agustín establece en su De Doctrina Christiana que el orden del amor exige amar primero a Dios, luego a los padres, después a la patria, y finalmente a los demás hombres.⁴ Santo Tomás asume esta jerarquía en la Suma Teológica (II-II, q.26, a.2), explicando que la caridad, al ordenar los amores naturales, incluye el amor a la patria como parte del orden querido por Dios.
Por tanto, amar a la patria es acto de caridad subordinada, que se eleva a virtud cristiana cuando se orienta al bien común temporal en conformidad con la Ley Divina.
IV. Enseñanza del Magisterio Pontificio
1. León XIII: patriotismo cristiano y piedad social
León XIII, gran sistematizador de la doctrina social católica, enseña en Sapientiae Christianae (1890):
«El amor a la patria, que es virtud natural, está sancionado y purificado por la religión cristiana. Es justo amar aquella tierra donde se ha nacido, y procurar el bien común de los ciudadanos. Pero este amor no puede anteponerse al amor a Dios y a su Iglesia.»⁵
Y añade en Diuturnum illud (1881):
«Los ciudadanos deben amar a la patria con sincero afecto, y obedecer a las legítimas autoridades como a representantes de Dios. Porque la patria es madre común, y de ella se recibe la vida civil y la seguridad.»⁶
Con ello, León XIII confirma que el patriotismo pertenece al orden moral natural, y su cumplimiento cae bajo el precepto del Cuarto Mandamiento, que regula los deberes hacia los superiores legítimos.
2. San Pío X: patriotismo y obediencia legítima
San Pío X lo expresa de modo catequético en su Catecismo Mayor:
«¿Qué manda el cuarto mandamiento? Honrar a nuestros padres y superiores, amando, respetando y obedeciéndolos. Este precepto comprende también el respeto y amor a la patria y a sus legítimas autoridades.»⁷
Y añade en su Carta sobre la Acción Popular Cristiana (1903):
«El verdadero amor a la patria consiste en procurar el bien moral y material de la nación, según la ley de Dios; porque donde se desprecia a Dios, se destruye el fundamento mismo de la patria.»⁸
3. Pío XI: patriotismo como virtud cristiana
Pío XI, en Divini Illius Magistri (1929), declara:
«El amor a la patria es una virtud cristiana, parte del cuarto mandamiento, y exige que los ciudadanos trabajen por el bien común temporal conforme a la ley moral y divina.»⁹
Y en Ubi Arcano Dei Consilio (1922):
«La verdadera paz de las naciones no se cimentará mientras no florezca en ellas la virtud cristiana de la piedad para con la patria, moderada por el amor a Dios y a su Iglesia.»¹⁰
4. Pío XII: patriotismo y piedad filial
Pío XII dedicó varios discursos a la materia. En su radiomensaje de Navidad de 1941, dijo:
«El amor a la patria es un deber grave, inscrito por Dios en el corazón del hombre; deriva de la virtud de la piedad que el cuarto mandamiento impone hacia los padres y hacia la madre común, la patria.»¹¹
Y en su discurso a los juristas italianos (11 de octubre de 1953):
«El patriotismo cristiano no es idolatría del Estado ni nacionalismo pagano; es reconocimiento agradecido hacia la patria como prolongación de la familia, según el orden querido por Dios.”¹²
V. Conclusión
El amor a la patria, lejos de ser una pasión política o un sentimiento étnico, es una virtud cristiana de orden natural y sobrenatural, fundada en la pietas tomista y comprendida en el Cuarto Mandamiento. Es deber de todo católico amar y servir a su patria conforme a la Ley Divina, sin anteponerla jamás a Dios ni a su Iglesia.
León XIII sintetiza la doctrina con palabras inmortales:
«Amar a la patria es un deber santo; pero amar más a Dios es un deber más santo todavía. De la unión de ambos amores nace el verdadero patriotismo cristiano.»¹³
En esa unión se cifra la grandeza del alma católica: hija del Cielo, fiel a su tierra.
Notas:
1. S. Th., II-II, q.101, a.1.
2. S. Th., II-II, q.101, a.2 ad 2.
3. Cayetano, In II-IIae, q.101, a.1.
4. San Agustín, De Doctrina Christiana, I, 28.
5. León XIII, Sapientiae Christianae, n. 24.
6. León XIII, Diuturnum illud, n. 14.
7. Catecismo Mayor de San Pío X, Parte III, cap. II.
8. San Pío X, Carta sobre la Acción Popular Cristiana, 18 de diciembre de 1903.
9. Pío XI, Divini Illius Magistri, 1929.
10. Pío XI, Ubi Arcano Dei Consilio, 1922.
11. Pío XII, Radiomensaje de Navidad, 25 diciembre 1941.
12. Pío XII, Discurso al Foro Romano, 11 octubre 1953.
13. León XIII, Sapientiae Christianae, n. 24.
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