¿Quién es Enrique V, Rey de las Españas?
DON SIXTO ENRIQUE
Debe trazarse la biografía del príncipe que honra y recibe el honor y la responsabilidad de ser el Abanderado de la Santa Causa, y que los españoles de bien honran con el nombre de Enrique V, Rey de las Españas, por qué así es.
Es necesaria esta biografía, máxime en estos tiempos de confusión en los que españoles (si así se pueden llamar los que encarnan en sí lo más vil que un enemigo de las Españas representa).
Don Sixto Enrique nace en Pau el 22 de julio de 1940,estudia en diversos colegios religiosos, de benedictinos y jesuitas en Francia, de maristas en España, así como con su preceptora española María Teresa Angulo, que fue a vivir con la familia real a París y Lignières. Completados los estudios universitarios, de derecho y economía, se alista en 1965 bajo el nombre supuesto de Enrique Aranjuez en el Tercio Gran Capitán, 1°de la Legión, de donde es expulsado al descubrirse su personalidad una vez que había jurado bandera.
Seguidamente se traslada a Portugal, donde su padre, Don Javier, tenía amistad con Salazar, a quien el joven príncipe visitaba regularmente. Residió en Lisboa y participó en la guerra de Guinea-Bisáu. Por aquellos años también pasó temporadas en la Argentina y el Brasil, comprando un piso en Madrid.
En 1975, después de la abdicación de Don Javier, responde a un requerimiento notarial de su hermano Carlos Hugo que, por lealtad al pueblo carlista y por fidelidad a los grandes principios de nuestra Causa que son inalterables, sin pretender con ello arrogarse derechos que no le corresponden, está dispuesto a mantener en alto la bandera de la Comunión Tradicionalista. A continuación designa a José Arturo Márquez de Prado como jefe de su Secretaría Política. Y el profesor Elías de Tejada redacta unas notas de ésta en la que se concluye netamente:
«S.A.R. el Principe don Sixto de Borbón es así el único legítimo Abanderado de la Causa y el Rey que las Españas necesitan. Con sus actos futuros responderá de la legitimidad que desde este instante encarna y que la Comunión Tradicionalista unánimemente le reconoce al prestarle debido acatamiento de servicio; acatamiento para la empresa de lograr que las Españas vuelvan a ser de nuevo las Españas y para que la Comunión Tradicionalista de 1975 continúe siendo idéntica a la que capitanearon los reyes legítimos sucesores -en legitimidad de origen y de ejercicio- de Carlos V, sin torcimientos liberales, ni equívocos democráticos, ni desviaciones marxistas».
Meses después reconstituye Don Sixto la Comunión Tradicionalista y designa Jefe-Delegado a otro carlista histórico como Juan Sáenz-Diez.
En mayo de 1976 Márquez de Prado diseña una operación de reconquista de la romería de Montejurra, controlada por los elementos izquierdistas del carloshuguismo, con la presencia de símbolos y personas ligados al separatismo y al comunismo. Don Sixto acudió, mostrando una vez más su decisión y su valor. Sin embargo, no se trataba sólo de un limpio combate para evitar una profanación. Algunos elementos infiltrados, con la participación probable de los servicios secretos, intervinieron en unos incidentes que se saldaron con dos muertos. Don Sixto y sus hombres no habían excluido la eventualidad del enfrentamiento. Más aún, fueron recibidos con ráfagas de ametralladora por los pseudocarlistas, y ellos mismos iban armados.
Tras los incidentes, Márquez de Prado y José Luis Marín García-Verde fueron encarcelados, y más tarde beneficiados por las amnistías que en 1976 y 1977 concedió el gobierno como respuesta a la exigencia de los partidos de izquierda para pactar la transición a la democracia, mientras que Don Sixto era expulsado del territorio nacional. Volvería meses después para presidir el funeral de su augusto padre, en los Jerónimos de Madrid.
Para las primeras elecciones de 15 de junio de 1977 se formó una coalición llamada Alianza Nacional 18 de julio, integrada por Falange Española de las JONS, cuyo jefe era el exministro de Franco Raimundo Fernández-Cuesta, y Fuerza Nueva, el partido fundado por el notario Blas Piñar, que había tenido aproximaciones al carlismo en los años sesenta. La Comunión Tradicionalista no llegó a integrarse, aunque autorizó a sus organizaciones regionales y provinciales a formar parte de las candidaturas.
Pese a lo previamente pactado, la coalición adquirió un tono franquista que disgustó a muchos carlistas y que llevó, por ejemplo, al profesor Elías de Tejada a retirar con escándalo su candidatura al Senado por Sevilla. Edita por entonces también la Comunión el opúsculo Así pensamos, donde se refleja sin la menor duda la pura doctrina tradicionalista, redactado bajo el nombre de «Un requeté», al modo como los monjes ocultan con frecuencia sus nombres en las publicaciones espirituales, por el profesor carlista estadounidense Frederick D.Wilhelmsen.
Los años siguientes son complejos. Es verdad que la Comunión Tradicionalista logra reunir a viejos carlistas disidentes del carloshuguismo con jóvenes entusiastas que surgen entonces a la vida politica. Pero el todo de la reacción contra el democratismo liberal de la época lo marca por desgracia Fuerza Nueva, que si llega a preservar parcialmente algunos principios de la tradición católica es al precio de su mixtura con el estilo y los errores de la Falange, más o menos metamorfoseados por el régimen de Franco.
Don Sixto Enrique, contra el juicio de muchos, como Márquez de Prado, aprobó que la Comunión se sumase a la coalición organizada para las elecciones de 1979, que pasó a llamarse Unión Nacional, y que fracasó pese a haberse logrado un escaño para Blas Piñar.
En esos años, hasta mediados de los años ochenta, Don Sixto se mantiene activo en la política y en la vida social españolas. Todavía en 1984 sustituye a Sáenz-Diez con Carlos Cort Pérez-Caballero en la Jefatura-Delegada. La Comunión ha declinado, probablemente de resultas del fracaso de esa coalición y del papel nocivo desempeñado por Fuerza Nueva, que atraía-de un lado-a las personas naturalmente llamadas a incorporarse al tradicionalismo, mientras que de otro esterilizaba su acción. Y, sin embargo, sigue congregando a la mayor parte de los carlistas, pese a que subsisten otros grupúsculos como los restos mínimos del llamado octavismo y la pretendida Regencia de Estella (a través de su partido Unión Carlista).
Unas reuniones promovidas por el carlista vaIenciano Vicente Febrer Roig con la intención de aproximar a todos esos grupos se concretan finalmente en un congreso celebrado en San Lorenzo de El Escorial el año 1986, del que surge una Comunión Tradicionalista Carlista, que recibe los registros de la Comunión Tradicionalista, la Unión Carlista y la Comunión Católico-Monárquica Legitimista. Algunos de los miembros de la Comunión Tradicionalista acuden autorizados por Don Sixto. Sin embargo, en los primeros compases de la nueva organización, se comprueba que no existe intención de seguir a Don Sixto y que en varias cuestiones, pero singularmente la religiosa, la unidad católica es objeto de simples reconocimientos verbales pero no sustanciales. De manera que personalidades como Rafael Gambra, Alberto Ruiz de Galarreta, Carlos Etayo, José Arturo Márquez de Prado, Salvador Ferrando, etc., la abandonan casi de inmediato.También otros más jóvenes como Miguel Ayuso.
Don Sixto Enrique, entre tanto, y pese a los desaires que sufre por esa nueva organización, continúa su acción incesante en los distintos rincones de la Cristiandad: en Francia, hereda de su padre un grupo de legitimistas que rechazan tanto la solución dampierrista como la orleanista; en Gran Bretaña, donde acude a las reuniones jacobitas; en el UJltramar, que recorre con frecuencia y donde mantiene trato con lo más granado del tradicionalismo local. Llevando siempre la bandera del Carlismo.
No deja España, aunque espacia sus viajes. En 1988, acompañado de José Ramón García Llorente y Luis Infante de Amorín, asiste en Ecône (Suiza) a las consagraciones episcopales del arzobispo Marcel Lefebvre, viejo amigo de Don Javier y con quien Don Sixto mantiene es-trecha relación. En 1992 se reúne con una delegación carlista en Versalles aprovechando una importante reunión del ICTUS, sucesor de la Cité Catholique,que Don Sixto -al igual que su padre- frecuenta, y que en España reúne a un buen número de carlistas ortodoxos con los discípulos de Eugenio Vegas Latapie en torno de la revista Verbo. Luis Infante, sobre todo, que no ha dejado de participar en la Comunión Tradicionalista Carlista, sigue en estrecho contacto con el Principe.
A lo largo de los años noventa se reúne en Madrid periódicamente con Hermenegildo y José Ramón Garcia Llorente, José Arturo Márquez de Pradio, Rafael Gambra, Alberto Ruiz de Galarreta, Carlos Etayo y Miguel Ayuso entre otros. La reunión de septiembre de 1995 puso en evidencia la necesidad de reconstruir la Comunión Tradicionalista, ante la deriva irrelevante y heterodoxa de la organización nacida en 1986.
En 1998 Don Sixto envió un telegrama muy expresivo al importante homenaje que se tributó a Rafael Gambra con motivo de sus sesenta años de docencia, con un liber amicorum y una monografía de Miguel Ayuso sobre su pensamiento.
Los años 1999 y 2000 fueron definitivos. Don Sitto decidió intervenir directamente y nombrar a Rafael Gambra, Jefe-Delegado. En julio de 2000 estaba todo dispuesto, a falta de los últimos retoques. En octubre José Ramón García Llorente viajó a Madrid desde su estancia en San Genaro, en la Pampa, y se reunió com Rafael Gambra y Miguel Ayuso. Sólo faltaba encontrar la fecha para dar el anuncio. Pero en enero de 2001 fue Don Sixto el que viajó al Río de la Plata y el 24 de enero sufrió el grave accidente del que signe evidenciando sus secuelas y en el que murió su más abnegado colaborador José Ramón García Llorente, además de un joven tradicionalista argentino Juan Manuel Muskett. Don Sixto, en coma, fue trasladado a Santa Rosa de la Pampa, primero, y de ahí al Hospital de Percy en Paris. Meses después al Hospital de Los Inválidos, donde el 17 de julio, firmó un importante Manifiesto y un despacho designando finalmente a Rafael Gambra jefe de su Secretaria Politica y Jefe-Delegado de la Comunión Tradicionalista.
Miguel Ayuso y Luis Infante ocuparon sendas vicesecretarías y comenzó una intensa labor de reconstrucción de la Comunión Tradicionalista: en la peninsula ibérica fueron surgiendo nuevos circulos, asi como en los territorios ultramarinos (México, Colombia,Perú., Argentina, Uruguay, Paraguay Chile); se recuperaron, entre otras, las celebraciones de Cristo Rey, en el ultimo domingo de octubre, y de los Mártires de La Tradición, el diez de marzo, esta última con un acto nacional honrado a menudo con la presencia del Abanderado; se designaron delegados en la península italiana (Maurizio Di Giovine) o el Brasil (Ricardo Dip) y se establecieron fraternales relaciones con los miguelistas portugueses (la Causa Tradicionalista de Luis Andrade dos Santos)...
Las actividades se multiplicaron también: Don Sixto presidió un acto multitudinario contra la Constitución europea (2005); recorrió Colombia levantando la bandera del Carlismo (2005); encabezó la renovación del juramento de defensa de la unidad católica de España de los jefes de requetés a los cuarenta y años (2005), en Olite, por no haber sido recibidos en La Oliva (2005); asistió en Roma en lugar de honor a la beatificación de su tio el Emperador Carlos de Austria (2006) y a la de 498 mártires de la Cruzada (2007), en ambos casos com un séquito carlista; convocó un funeral en Villa Pianore, donde nació Don Javier, en el centenario de la muerte de su abuelo el duque Roberto de Parma (2006); conmemoró el aniversario de los 175 años del Carlismo (2008) con un congreso extraordinario que dio lugar a un libro notable; recibió honores de Jefe de Estado a lo largo de un intenso viaje peruano, en el que se le ofreció un banquete semejante al que se le tributó más de un siglo atrás a Don Carlos VII (2008); recordó en Trieste el centenario de la muerte de este último (2009), con un funeral solemne celebrado en la Capilla Real de la catedral San Justo, según el rito inmemorial de la Iglesia, por mons. Ignacio Barreiro, quien se revistió de los ornamentos bordados por la princesa de Beira, precedido de un acto politico y seguido de una cena; se hizo presente en Civitella del Tronto, el Montejurra napolitano, el año de su cuadragésimo aniversario (2010); homenajeó a los requetés rusos de la Cruzada de 1936-1939 en el Señorío de Molina (2012); acompañó a la delegación española de la peregrinación tradicionalista de Chartres (2013); visitó entre muestras de entusiasmo el Reino de Valencia (2016), a donde volvió el año siguiente a recordar el cuadragésimo aniversario de la muerte de su padre (2017); se manifestó con contundencia en favor de la unidad de España tras los graves sucesos de Cataluña (2017)... Sin olvidar la presencia constante del Señor en el mundo legitimista y católico en Francia, en Rusia y hasta en el Oriente Medio.
Pero la Jefatura-Delegada, ocupada tras la muerte del profesor Rafael Gambra (2004) por Miguel Ayuso,y después de 2010 por José Miguel Gambra, al haberse dignado Don Sixto relevar al anterior tras la persecución que sufrió y que más adelante en 2013 le obligó incluso a perder la carrera de auditor de guerra del Ejército, no le ha ido a la zaga con una actividad constante intelectual, política y religiosa, en la península, en la Hispanidad toda y más ampliamente en la vieja Cristiandad.
Desde el punto dinástico resulta relevante subra-yar distintos hechos. Don Sixto Enrique, que ha hecho uso del título concedido por su padre de Duque de Aranjuez, título de soberanía como los que usaron sus antepasados los reyes de la dinastía proscrita, se ha solido presentar como Abanderado de la Tradición, nombre al que también se acogieron sus predecesores. En puridad ha ejercido una Regencia desde el fallecimiento de su padre, a causa de la defección de su hermano. Esperó siempre que sus sobrinos, hijos de su hermano, pudieran sucederle hábilmente. Entabló a tal fin diversas aproximaciones, con embajadas personales discretas y con comunicaciones escritas.
La más importante fue el requerimiento remitido desde Trieste en 2009, en el centenario del fallecimiento de Carlos VII, individualmente a cada uno de sus dos sobrinos, y que quedó en ambos casos sin respuesta. Comienza diciendo:
«La profunda división de nuestra familia, causada no ya por discrepancias afectivas o patrimoniales, sino por razón del servicio a la Causa de la Cristiandad y de la Tradición de las Españas, ha hecho que apenas nos hayamos tratado. Sin embargo, albergo por tu hermano y por ti, sentimientos naturales de cariño. El motivo de dirigirte esta carta, por un medio tan frío y formal, se debe no tanto a esa falta de intimidad, aunque haya influido en ello, como a la gravedad del asunto, que me fuerza a dejar una constancia formal de mi requerimiento y-desearía- también de vuestra respuesta».
Tras recordar la legislación tradicional y la defección de Carlos Hugo, afirmaba:
«La ilegitimación de ejercicio en que incurrió tu padre, y que ha sostenido durante más de treinta años, no es sanable. Por eso, al principio con cautelas y luego abiertamente, asumí mi puesto como Abanderado de la Tradición, haciendo desde el primer momento salvaguarda expresa de tus derechos y los de tu hermano, que se habrían perdido de no haber mantenido en alto su reivindicación. Sé que a muchos leales les hubiera gustado una proclamación más neta por mi parte. Pero la verdad es que no me ha parecido oportuno. Abanderados de la Tradición se proclamaron también mis antecesores los Reyes y a nadie les pareció extraño. Como tampoco que se presentaran bajo títulos como los de Conde de Molina o Duque de Madrid, pese a que Carlos V y Carlos VII durante algún período habían reinado de hecho sobre partes del territorio nacional. Yo,mucho tiempo después, agotada la rama mayor y con nuevos pleitos internos añadidos, he optado siempre por la discreción máxima al tiempo que por el compromiso integro.
Abanderado de la Tradición quiere decir, pues, Regente cuando menos, a la espera de si vosotros asumíis ais los principios intangibles de la legitimidad o, por el contrario, optábais por seguir los pasos de vuestro padre».
Y concluía:
«No se me escapa que te ha de ser difícil tomar una decisión que supone desautorizar a tu padre, a quien sin duda te unen legítimos lazos de amor filial. Lazos que, junto a la imperfecta formación política recibida, sin duda explican tu presencia en representación suya en actos de la familia que usurpa el trono de España; lo cual en circunstancias distintas habría supuesto pérdida manifiesta de derechos sucesorios por tu parte. A pesar de esa dificultad, a pesar de lo doloroso que pueda resultarte, la Providencia ha puesto en tus manos una herencia que te obliga. Te obliga ante Dios, te obliga ante nuestros antepasados, te obliga ante el pueblo español y, especialmente, ante el pueblo carlista que ha permanecido fiel a su Causa y a nuestra Familia, a pesar de todo, durante ciento setenta y seis años. Nada desearía más que poder poner fin a mi Regencia con la verdadera asunción por tu parte de los derechos de la Dinastía legítima que hoy custodio, tras un período transitorio en que adquieras la formación necesaria. De no ser así, temo que -aun en ausencia de Cortes- debería considerarte excluido. Si lo mismo ocurriese con tu hermano, lo que Dios no permita, se consolidaría en mí la condición de Abanderado de la Tradición con todas sus implicaciones, esto es, como Rey legítimo de las Españas».
De la comunicación dio igualmente gélido traslado a su hermano Carlos Hugo. Como hemos dicho, no hubo respuesta de ninguno de los tres. Carlos Hugo murió el 18 de agosto de 2010 y sus hijos lo han seguido sin atender el requerimiento del tío. Quien, en 2017, al cumplirse los cuarenta años de la muerte de su padre, Don Javier, autorizó la acuñación de una medalla conmemorativa con la efigie de ambos, al modo como se acuñó antes la de Don Alfonso Carlos con Don Javier, con la inscripción «Javier I-Enri-que V (1977-2017). Bastante claro.
También ha continuado con la Orden de la Legitimidad Proscrita, creando caballeros con cautela, y buscando premiar también a destacados tradicionalistas hispanoamericanos. Ha otorgado grandes cruces, algunas a título póstumo, a Miguel Angel Arrizabalaga, asesinado por ETA, José Ramón y Hermenegildo García Llorente, José Arturo Márquez de Prado, Rafael Gambra, Alberto Ruiz de Galarreta y Miguel Ayuso. Y cruces -en sus distintas categorias de caballero, oficial y comendador- a Carlos Etayo Elizondo, José Miguel Gambra, Luis Infante de Amorín, José de Armas, el capitán de requetés Eduardo Bustindui y los hermanos García Gallardo (don José Ramón, sacerdote de la Hermandad de San Pio X, consiliario de la Comunión y Capellán Real).
Y a lo italianos Maurizio Di Giovine y Danilo Castellano, a los colombianos Luis Corsi Otálora y Alejandro Ordóñez, a los peruanos Vicente Ugarte del Pino y Fernán Altuve-Febres, al brasileño Ricardo Dip, a los chilenos padre Osvaldo Lira y Mario Correa Bascuñán, a los uruguayos Mons. Ignacio Barreiro y Juan Maria Bordaberry, y a los argentinos Juan Manuel Muskett, Ruben Calderón Bouchet y Luis María De Ruschi, Finalmente ha designado canciller de la orden a Miguel Ayuso.
Don Sixto Enrique no tiene sucesión, de manera que vuelve a reproducirse la situación que Don Alfonso Carlos hubo de afrontar en los anos treinta del siglo pasado ante la previsión de su muerte. En esta ocasión, sin embargo, el caso es más complejo.
Los demás príncipes de la casa de Parma parece que han perdido sus derechos por diversas razones. De manera que habría que acudir a la hembra más cercana,que transmitiría a los varones de su linea; en este caso Doña Francisca de Borbón Parma,hermana mayor de Don Sixto Enrique, princesa Lobkowicz por matrimonio. Pero, tras la muerte trágica de dos de sus hijos y la probable inhabilidad del último, habría que subir a la Emperatriz Zita, tía de Don Sixto Enrique.
Fragmento de «Breve historia del legitimismo español», Melchor Ferrer.
Comentarios
Publicar un comentario