ELEGÍA DE BOINA Y CRUZ, Cruzada del 36
En honor a los Requetés de la Tradición, mártires y héroes de la Cruzada de 1936
I. EL LLANTO DE ESPAÑA
España llora en cadenas,
su altar manchado de cieno,
quemaron santos y templos,
profanaron su recuerdo.
Gimen monjas, callan frailes,
tiembla el cura en su sagrario,
el humo sube a los cielos
como incienso del calvario.
La tierra grita justicia,
el aire ruge venganza,
y un viejo pueblo se alista
bajo la Cruz y la Patria.
“¡No más blasfemia ni miedo!
¡No más odio en nuestra grey!
¡Por Dios, la Patria y el Rey!”
y el grito cruzó los cerros.
II. EL LEVANTAMIENTO DE LA FE
Desde el Roncal al Estella,
del Pirineo a Granada,
se alzaron boinas rojas
con fe firme y mirada clara.
No eran hijos del estruendo,
ni soldados de fortuna,
eran padres, eran mozos,
con el Rosario en la luna.
Juraron sobre la tierra
recuperar su heredad,
y al son del “Oriamendi”
fueron luz en la oscuridad.
En Navarra se forjaron,
en la Meca de la Cruz,
y al bajar hacia el infierno,
fueron estandartes de luz.
En columnas silenciosas,
con alpargata y fusil,
el corazón carlista
iba al martirio sutil.
“¡Por Dios lo damos todo!”
decía un viejo al marchar,
y su nieto le seguía
con un escapulario igual.
III. EN LA SANGRE, LA VICTORIA
¡Qué rugido en Belchite!
¡Qué clamor en Teruel frío!
Allí murieron sin grito,
con la sonrisa en el lirio.
En el Ebro, en el Alcázar,
en las ruinas de Brunete,
el requeté, como mártir,
fue el lucero del poniente.
Cruzaban los campos rojos
como flechas del ayer,
como soldados del tiempo
de un viejo y sagrado Rey.
Ni el frío los doblegaba,
ni el hambre torcía el paso,
que quien lucha por la Iglesia
no teme el hierro ni el lazo.
Muchos cayeron cantando,
otros rezando el rosario,
y en su último suspiro
clamaron por su calvario.
“No lloréis por nuestros cuerpos,”
dijo uno al morir sin pena,
“llorad si España se olvida
de Dios, la Cruz y la entrega.”
IV. HERENCIA ETERNA
Hoy no están en los parlantes,
ni en los libros de victoria,
pero su sangre sostiene
los pilares de la historia.
Cada cruz en la cuneta,
cada boina entre la arcilla,
es semilla que aún espera
que renazca la Castilla.
No olvidéis su sacrificio,
oh hijos de tibia fe,
pues vendrán nuevas tormentas
y llamarán otra vez.
Y entonces, si el mundo arde,
mirad al requeté fuerte,
que con Cristo en la mirada
le hizo frente hasta la muerte.
No cambiaron su bandera,
no pactaron con el mal,
y por eso el cielo aguarda
con corona celestial.
Sea eterna su memoria,
y su gesta, viva esté:
que donde se alce una Cruz
renace un nuevo Requeté.
Comentarios
Publicar un comentario