El Nacimiento en un pesebre, por Mons. Marcel Lefebvre
«Si queremos ir unos momentos a la gruta de Belén y tratar de considerar lo que sucedió en el momento del nacimiento de nuestro Señor, sigamos a los pastores. En sus rostros leemos la alegría y el entusiasmo al pensar que los ángeles les habían señalado al mesías, el Salvador que esperaba todo Israel. ¡Por fin ha nacido! "Esto tendréis por señal: encontraréis al Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre" (Lc. 2, 12). Por tal motivo, los pastores se apresuraron a ir a ver a aquel niño, el Salvador de Israel y de todas las naciones. Y si nosotros hubiéramos podido acompañarlos y unirnos a ellos, habríamos encontrado - como dice el Evangelio - a María, a José y al Niño en el pesebre.
Observemos bien la insistencia del Evangelio sobre el hecho de que el Niño Jesús fue puesto en un pesebre, o sea, en un comedero para animales.
La propia Iglesia se complace en mostrarnos los detalles entre los que nació Jesús. Tenía que haber una presencia de animales, como cantamos en un responso durante la noche de Navidad: "¡Oh gran misterio y admirable sacramento, el que los animales contemplaran al Señor nacido y reclinado en un establo!" (4to. responso del Oficio de Maitines de Navidad.) Los animales vieron a Jesús. La Iglesia quiere señalar con ello que no sólo es el Creador sino también el Dueño. Todas las criaturas tienen que rendirle homenaje, incluso las irracionales.
"Toda carne verá la salvación de Dios" (Lc. 3, 6). La carne de los hombres, la de las aves, la de los animales y la de los peces verá a nuestro Señor (cf. 1 Cor 15, 39), pues es el Creador y el Dueño.
Por esta razón, Jesús quiso nacer en un pesebre».
Monseñor Marcel Lefebvre, en "La Vida Espiritual"
Comentarios
Publicar un comentario