II.- FUNDAMENTOS DEL ORDEN SOCIAL Y POLÍTICO
La sociedad y el Estado se asientan sobre cimientos no puramente humanos, sino divinos. Estos son religiosos, morales y jurídicos.
La pretensión de que no existe vínculo alguno entre el hombre o el Estado y Dios, Creador y Legislador supremo, es totalmente contraria a la naturaleza. Como lo es la creencia de que sea lícito en la vida política apartarse de los preceptos divinos y legislar sin contar con ellos.
Este es el error más grueso en la actualidad, del cual derivan, en cadena, el resto de los errores en política.
Intervención del sociólogo D. Fernando Muñoz, en las III Jornadas sobre Catolicismo de la Facultad de Filosofía de la UCM, centradas en esa convocatoria en torno a las relaciones y polémicas entre el Catolicismo y las ideologías. Este es un estracto de la mesa redonda en que disputan sobre las relaciones entre el Totalitarismo y las Ideologías en su relación con el Estado los doctores y profesores Miguel Ayuso, su Paternidad Ángel David Martín Rubio y Fernando Muñoz.
La religión -lazo que liga al hombre con Dios- es esencial e inexcusable para vincular a los hombres entre sí, formando la sociedad civil; y lo es para sustentar la autoridad, asegura la paz social y el bienestar público. No bastan los lazos puramente humanos para sujetar a los hombres en comunidad, y menos para rendirlos a obediencia. Si la relación de hombre tiene que pasar por Dios, más aún la de súbdito a soberano.
Arenoso asiento el de una vida social que se apoye sobre fundamentos puramente terrenos y fie su autoridad a la fuerza externa. Sólo la religión impone con máxima autoridad a los gobernantes la medida de su poder y a las ciudadanos la sumisión a la autoridad y a la obediencia a la ley.
Por la violencia del poder se sujetan los cuerpos, más no los espíritus; y el miedo es débil fundamento para la sujeción; pues, si los violentos esperan salir impunes, se levantarán contra os gobernantes con mayor furia. Es la historia de la misma evolución. Ningún poder coercitivo del Estado, como ningún ideal puramente terreno, podrá sustituir por mucho tiempo a los profundos estímulos de la fe en Dios, que lleva al acatamiento a la autoridad que manda en su nombre.
Sólo este apoyo moral que viene de lo eterno, de lo divino, es capaz de domeñar la libérrima voluntad humana.
La obediencia absoluta la Creador se extiende a todas las esferas de la vida, y, al exigir al exigir la conformidad de todo orden moral con la ley divina, pide también la adecuación de los ordenamientos humanos, mudables y contingentes, al sistema inmutable del ordenamiento divino.
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