Fal Conde: biografía de un hombre leal a Cristo Rey



I. INFANCIA, JUVENTUD Y FORMACIÓN (1894–1923)

Contexto histórico

Nace Fal Conde el de agosto de 1894, en una España marcada por el desastre del 98 y el inicio de la crisis del liberalismo dinástico. La Restauración canovista estaba ya en fase de agotamiento y los sectores católicos veían con alarma la secularización progresiva de la vida pública.


Familia y entorno


Nacido en Sevilla en el seno de una familia profundamente católica, fue educado en valores religiosos y patrióticos. Desde joven mostró una inteligencia precoz, afición por la historia y una gran seriedad personal. Sus padres influyeron profundamente en su visión del mundo, anclada en el deber, la fe y el respeto por la tradición.


Formación académica


Estudió Derecho en la Universidad de Sevilla, y luego se doctoró en Madrid con una tesis sobre instituciones jurídicas tradicionales. Dominaba el latín, conocía bien la patrística y el derecho canónico, lo que influyó en su posterior visión política: un orden social basado en la ley natural y la moral cristiana.

No se afilió entonces a partidos políticos, pero leyó con atención a Donoso Cortés, Vázquez de Mella y a los tomistas españoles. En sus apuntes manuscritos, ya hablaba del “deber de restaurar la soberanía social de Cristo”.





II. PRIMEROS PASOS EN EL CARLISMO (1923–1931)


Contexto histórico


En 1923, el general Primo de Rivera da un golpe de Estado con apoyo del usurpador Alfonso, llamado XIII. La dictadura se presenta como regeneracionista, pero con rasgos autoritarios y centralistas. El carlismo entra en una fase de debate interno: ¿colaborar o resistir?


Aproximación al tradicionalismo


Fal Conde comienza a asistir a círculos integristas y tradicionalistas en Sevilla. Colabora en El Correo de Andalucía, donde firma artículos con estilo sobrio pero de gran fuerza doctrinal.

En una carta a su amigo el P. Olallo (1925), escribe:

«No puede salvarse España sin restaurar su alma. Y su alma fue la Cruz. El liberalismo ha hecho de España una cáscara vacía. No queda más que Dios y los que le sean fieles».


Primeras tareas políticas


Fue nombrado consejero jurídico de la Asociación de Jóvenes Tradicionalistas de Andalucía. Rechazaba la colaboración con el régimen de Primo de Rivera, por considerarlo ilegítimo y contradictorio con la doctrina tradicional. Defendía la restauración de la monarquía legítima carlista, aunque sin activismo armado.


III. LA SEGUNDA REPÚBLICA Y EL LIDERAZGO CARLISTA (1931–1936)


Contexto histórico


La Segunda República (1931) se proclamó tras el exilio del usurpador Alfonso. Su carácter abiertamente laicista (disolución de órdenes religiosas, supresión de crucifijos, divorcio, secularización de la enseñanza) provocó la reacción de los sectores católicos.

Para el carlismo, esto fue el catalizador de su resurgimiento: Fal Conde asumió el combate como una guerra por la Cristiandad. En un discurso en Córdoba (1932), dijo:

«La República ha abierto las puertas al anticristo. Nuestra lucha no es por un trono, sino por un altar».


Reorganización del carlismo


En 1932 fue nombrado jefe regional de Andalucía Occidental, y en 1934, el rey Alfonso Carlos lo designó Secretario General de la Comunión Tradicionalista. Desde ese cargo inició una reestructuración interna sin precedentes:

  • Profesionalización de la milicia del Requeté.
  • Formación doctrinal de jefes regionales.
  • Fundaciones de círculos juveniles, femeninos y escolares.
  • Organización de congresos y misiones.

El Requeté: fuerza armada y espiritual


Fal concibió el Requeté no como un mero cuerpo paramilitar, sino como una milicia católica, similar a los cristeros de México o a los cruzados. En una circular interna de 1935, escribió:

«Un requeté debe estar dispuesto a morir por Cristo, no a matar por ideologías. Nuestra bandera es la sangre de los mártires».

También instituyó jornadas espirituales, dirección de ejercicios ignacianos y actos públicos de rezo del Rosario en pueblos y ciudades.


Obras escritas y correspondencia


En estos años redactó múltiples circulares, manifiestos y cartas doctrinales. Algunos textos clave son:

  • «Circular a los Jefes Regionales» (1934), donde define el carlismo como «la continuación en la historia de la Cristiandad hispánica».
  • «Instrucción para el Requeté» (1935): manual espiritual, militar y doctrinal.

Carta a Manuel Fal, en la que afirma:

«La unidad de España no es jurídica ni política: es espiritual, porque nace del mismo Dios».





IV. GUERRA CIVIL Y CONFLICTO CON FRANCO (1936–1939)


Contexto histórico general


La Cruzada del 18 de julio de 1936, en la que participó activamente el carlismo, se convirtió rápidamente en una guerra abierta entre dos Españas. El bando nacional —coalición de falangistas, tradicionalistas, militares, monárquicos y católicos— carecía de unidad ideológica. Los carlistas aportaron miles de combatientes organizados en el Requeté, una fuerza disciplinada, motivada religiosamente, y bien entrenada gracias a la labor previa de Fal Conde.

A pesar de esta aportación crucial, el carlismo se mantuvo como fuerza independiente, con su propia estructura, mandos y lealtad a su rey legítimo, Don Javier de Borbón-Parma.


Fal Conde ante el levantamiento: no un golpe, sino cruzada


Desde los primeros días del conflicto, Fal Conde defendió que la participación carlista en la guerra debía tener un carácter contrarrevolucionario y religioso, no simplemente político. En su Carta Circular del 25 de julio de 1936, afirmó:

«No tomamos las armas por ambición ni por poder. Nuestra causa es la de Dios. El Requeté no será nunca instrumento de partidos ni de ambiciones personales».

En este documento, exige a los jefes carlistas que mantengan la independencia del movimiento, subordinando toda acción militar a la defensa de la fe, la monarquía tradicional y los fueros.


Tensiones con Franco desde el inicio


Ya en agosto de 1936, Fal Conde expresó su preocupación por la influencia creciente de la Falange Española y su discurso pagano, totalitario y revolucionario, que consideraba incompatible con el carlismo. Envió varias cartas al Cuartel General del general Franco, exigiendo:

  • Reconocimiento del Requeté como cuerpo autónomo.
  • Respeto a los derechos de Don Javier como regente legítimo.
  • Exclusión de elementos ateos o masonizantes de la nueva administración.

Una carta del 4 de septiembre de 1936 dirigida al general Mola decía:

«Nosotros no combatimos para establecer un nuevo cesarismo. Si en lugar de Cristo Rey viene un nuevo dios de Estado, habremos sido traidores a nuestra sangre».

Estas posiciones lo colocaron rápidamente en la mira de los sectores militaristas que querían unificar y centralizar el poder bajo el liderazgo de Franco.


Rechazo al Decreto de Unificación (abril 1937)


El 19 de abril de 1937, Franco decreta la fusión forzosa de Falange Española y Comunión Tradicionalista en un nuevo partido único: FET y de las JONS. Esta decisión supuso el fin de la legalidad de las organizaciones políticas independientes dentro del bando nacional.

Fal Conde se opuso radicalmente. En su Carta a Franco del 24 de abril de 1937, escribió:

«El carlismo no puede fundirse con ninguna organización revolucionaria. Hemos combatido a la República por su ateísmo, pero también por su jacobinismo centralista. No nos servimos de una cruz para ocultar otra espada».

En una reunión de urgencia del Consejo Nacional Tradicionalista en Burgos (27 de abril), Fal Conde propone:

  • Rechazo total al Decreto de Unificación.
  • Mantenimiento de estructuras internas clandestinas.
  • Lealtad a Don Javier como único referente político.
  • No renunciar a los principios por conveniencia táctica.

Destierro a Portugal y resistencia desde el exilio


Franco, irritado por la firmeza de Fal Conde, decide desterrarlo a Portugal en mayo de 1937. Se instala en Estoril, donde continuará coordinando clandestinamente a la Comunión Tradicionalista.

Desde el exilio, redacta varias cartas pastorales y circulares que se distribuyen de forma manuscrita entre los requetés en el frente. Entre ellas destaca su Carta de Navidad de 1937, que decía:

«Estamos crucificados entre dos ladrones: el marxismo y el cesarismo. Pero como el Buen Ladrón, esperamos que Cristo reine en España desde una cruz, no desde un ministerio».

También escribió un largo informe titulado «Sobre la traición unificadora», donde comparaba la situación con la de los primeros cristianos frente al Imperio: obediencia civil, pero no sumisión espiritual.

En esta etapa, muchos líderes carlistas —como el conde de Rodezno— cedieron a la presión y aceptaron cargos en el nuevo Estado. Fal Conde no cedió nunca, lo que le ganó tanto admiración como aislamiento.


Correspondencia con Don Javier


Durante la guerra, Fal mantuvo una intensa correspondencia con el regente, Don Javier de Borbón-Parma. En una carta de febrero de 1938, Don Javier le dice:

«Usted ha sido mi mano y mi espada. No ceda. El alma del carlismo está con usted».

Y Fal responde:

«No deseo ni honra ni poder. Solo deseo que cuando Dios nos llame, podamos responder como requetés: ‘¡Presente, Señor, he luchado por tu Reino!’»


Retorno a España en 1939


Finalizada la guerra, se le permite regresar a España, pero en condiciones precarias:

  • Prohibición de actividades políticas.
  • Vigilancia constante por la policía franquista.
  • Marginación de todos los órganos de poder.

Aun así, comienza a reconstruir en la sombra la Comunión Tradicionalista, preparando una red clandestina de círculos juveniles, formación de cuadros y reuniones en casas particulares.

En una carta a sus seguidores (1939), escribe:

«No esperéis reconocimientos ni cargos. El carlismo ya no está en los boletines oficiales, sino en los corazones que no se han vendido».





V. RESISTENCIA Y RECONSTRUCCIÓN DEL CARLISMO TRADICIONALISTA (1939–1960)


Contexto general


La Guerra Civil ha terminado. Franco establece un régimen de partido único —FET y de las JONS— basado en el nacionalismo autoritario, el control total del Estado y la eliminación de cualquier oposición política. El tradicionalismo queda reducido al silencio forzado o a la colaboración. La mayoría de sus líderes históricos han aceptado cargos. Pero Fal Conde no.

Desde 1939 hasta su muerte, Fal será el símbolo de la resistencia carlista al franquismo. Su voz, aunque cada vez más silenciada, será la de los principios, sin componendas.


Aislamiento político, pero fidelidad inquebrantable


Reintegrado en Sevilla como abogado, Fal vivía en una austeridad militante. Rechazaba honores y no aparecía en actos públicos. Pero su casa era un centro de conspiración doctrinal y espiritual, donde recibía a jóvenes, formaba dirigentes y editaba clandestinamente boletines.

Un testigo, el historiador carlista Francisco Elías de Tejada, recordaría:

«Era como visitar a un monje. Todo en él irradiaba disciplina, fuego interior y dignidad. Hablaba poco, pero cada palabra era un mandamiento».


Cartas a la juventud carlista


Entre 1940 y 1950, Fal escribió más de 150 cartas a círculos juveniles y mandos locales. Estas epístolas, copiadas a mano o a máquina, circularon clandestinamente por toda España. En ellas encontramos definiciones clave de su pensamiento:

Carta a la Juventud Requeté de Navarra (1942):

«No basta con haber luchado en las trincheras. Hoy hay que luchar en el alma, contra la cobardía, contra el silencio, contra la seducción del poder. ¡Sois soldados de Cristo Rey, no funcionarios del Estado!»

Carta a los requetés de Valencia (1945):

«Nos han vencido militarmente, pero no nos han vencido espiritualmente. Nuestro Rey no ha muerto, y nuestro ideal vive en cada Rosario, en cada misa, en cada corazón limpio».


Oposición doctrinal al franquismo


Fal no fue un demócrata liberal, pero sí un opositor firme al cesarismo estatal de Franco. En sus escritos internos lo califica de «estatolatría de raíz fascista» y advierte que «no puede alzarse un orden cristiano sobre la mentira de una usurpación».

En su Carta a Don Javier (1948) afirma:

«El régimen actual ha hecho de la Cruz un emblema estatal, pero la ha vaciado de su sentido redentor. Nosotros no queremos cruces de despacho ni cristos uniformados. Queremos el Reino de Cristo, no su caricatura».

Reconstrucción clandestina: formación y lealtad

A través de contactos personales, organiza:

  • Círculos juveniles secretos en Pamplona, Sevilla, Valencia y Valladolid.
  • Retiros espirituales de tres días (conocidos como «misiones de la esperanza”».
  • Un boletín doctrinal llamado Boletín de Orientación Tradicionalista, mimeografiado.

En sus manuales internos destaca:

  • Formación tomista.
  • Lectura de las Escrituras.
  • Conocimiento de la historia de España.
  • Lealtad incondicional a Don Javier.

Fragmento del manual «Para un Jefe Requeté» (1952):

«Serás tentado por honores, por cargos, por seguridades. Pero el carlista auténtico no cambia una corona de espinas por una banda de general».


Relación con Don Javier y defensa de la legitimidad


Durante los años 40 y 50, Fal fue el principal consejero político de Don Javier de Borbón-Parma, entonces regente de la Comunión Tradicionalista. Se opuso a todo intento de «acuerdo pragmático» con el franquismo.

En una carta de 1955, Don Javier le escribe:

«Usted es mi conciencia. Lo que haga en mi nombre, lo habré querido yo».

Y Fal le responde:

«Si algún día fuéramos tentados de pactar con el error, que Dios nos retire antes del mundo».


Tensión con el carlismo colaboracionista


Fal mantuvo duros enfrentamientos epistolares con figuras como Rodezno o Esteban Bilbao, que habían aceptado cargos en el régimen. En una carta no publicada (1953), dirigida a uno de ellos, escribe:

«¿De qué sirve conservar la misa si se ha entregado el altar al tirano? ¿De qué sirve conservar la bandera si se ha renunciado a la corona de Cristo?»


Últimos grandes documentos (1957–1960)


Entre sus últimos textos doctrinales destacan:

  • «La Doctrina Carlista en tiempos de cesarismo» (1958): crítica al totalitarismo de derechas.
  • «España: de la Tradición al Estado» (1959): denuncia del franquismo como enemigo espiritual del alma hispánica.
  • «Reflexiones para un nuevo combate» (1960): llama a la juventud a prepararse para un resurgir que «no será político, sino místico».





VI. COMBATE FINAL Y TESTAMENTO POLÍTICO (1960–1975)


Contexto general


A partir de 1960, el régimen franquista inicia una lenta apertura económica y un control más sofisticado de las disidencias. Mientras tanto, el carlismo sufre una mutación interna devastadora. El heredero de Don Javier, Carlos Hugo de Borbón-Parma, inicia un proceso de «renovación» que lo llevará a romper con los principios tradicionales y abrazar el socialismo autogestionario.

Fal Conde, que había entregado su vida entera a mantener la fidelidad doctrinal de la Comunión Tradicionalista, ve ahora cómo el enemigo ya no está fuera, sino dentro. Esta será la última y más amarga de sus batallas.


Advertencias tempranas (1960–1965)


Desde los primeros artículos de Carlos Hugo y su entorno, Fal Conde detecta el peligro. En una Carta a Don Javier (1962) le advierte:

«Quieren convertir la Tradición en sociología. Nos han cambiado el Reinado Social de Cristo por la autogestión. Si no frenamos esto ahora, el alma del carlismo será destruida desde dentro».

Organiza reuniones con veteranos y cuadros medios para alertar de la infiltración ideológica. Escribe un documento interno titulado «El Nuevo Carlismo: Antítesis del Tradicionalismo» (1963), en el que demuestra con citas textuales cómo la «renovación» niega la monarquía legítima, el derecho natural, los fueros, el catolicismo confesional y la sociedad orgánica.


Ruptura con Don Javier (1967)


En 1967, Don Javier, debilitado, reconoce públicamente a Carlos Hugo como su sucesor, sin exigirle la fidelidad a la doctrina carlista. Fal Conde le escribe entonces una carta durísima, que marca su ruptura con el regente:

«No puedo servir a dos señores. El que acepta la mentira por razón de sangre niega a Dios. No sigo a Carlos Hugo. Me retiro, pero no cedo».

Ese mismo año, presenta su dimisión como jefe delegado, cargo que había ejercido de facto durante más de treinta años. Se retira a Sevilla, ya anciano, y sólo mantiene correspondencia con círculos leales.


Testamento doctrinal (1968–1970)


Entre 1968 y 1970 redacta su testamento político, que circula como documento privado entre viejos tradicionalistas, titulado: «El Carlismo: Tradición o Nada».

En este documento, que consta de más de 60 páginas mecanografiadas, expone:

  • Las raíces católicas del carlismo.
  • La falsedad doctrinal del carlismo socialista.
  • La necesidad de preservar la lealtad a Dios antes que a personas o apellidos.
  • El futuro del carlismo como semilla de santidad, no de poder político.

Fragmento:

«El Carlismo no es una dinastía, ni un partido, ni una bandera: es un alma. Y si el alma muere, de nada sirven los uniformes. Morir pobre, perseguido y olvidado puede ser más carlista que gobernar en nombre de lo que se ha traicionado».


Últimas cartas (1970–1975)


Aun en el retiro, sigue escribiendo. Algunas cartas son especialmente conmovedoras:

Carta a Francisco Canals Vidal (1972):

«No me queda ya voz, ni fuerza. Pero sé que Cristo reina. Si Él lo quiere, renacerá la Comunión de sus cenizas, porque no es nuestra, es suya».

Carta a Don Sixto Enrique de Borbón-Parma (1974):

«Si algún día quieres servir a Dios en esta causa, hazlo como si empezaras de cero. No heredes la ruina, sino la esperanza».


Muerte y legado (1975)


Fal Conde fallece en 1975, el mismo año en que muere Franco y se cierra el ciclo político que más combatió. Muere en su casa, sin honores, sin reconocimientos, pero con la conciencia limpia. Su funeral fue modesto, seguido por carlistas fieles que aún lo consideraban el «general moral» del tradicionalismo.

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